Pequeño, suave y frágil,
son tus manos miniaturas perfectas.
Diminuta y ávida tu boca
reclama la vida, gota a gota.
Apenas abiertos tus ojitos
contemplan rostros esfumados,
y luces y sonidos invaden,
ese tu mundo tan resguardado.
Cada día que transcurre,
es una victoria lograda,
y así te sorprende la mañana
aguardando una caricia anhelada.
Escurridizo, inquieto explorador de incubadoras,
tan pronto se sueltan los cables y las guías,
y recuperas la libertad y autonomía,
¿quién se atreve a doblegar tu instinto aventurero?
Una voz, suave y amigable
susurrando palabras a tus oídos,
es capaz de despertar misteriosos mecanismos
que te sumergen en seguridad y calma.
Pequeño niñito rosado,
de fina pelusa, tu piel de durazno,
nosotros, los que desde aquí afuera te contemplamos,
queremos decirte: ¡cuánto te amamos!