Fuiste un amigo que hizo honor a esa palabra:
De compartir con nuestro padre en el banco de la calle San Martín, alegrías y penurias, o la peña y los cumpleaños. Lo acompañaste hasta el final. Y después, te heredamos nosotros, nos trajiste el consejo desinteresado y la visita que necesitábamos. Vos y Silvia. Alberto y Silvia.
Y también te fuiste, justo ese día necesitábamos preguntarte cómo se afila esa cuchilla.., y ya no estabas para enseñarnos. Siempre sabias responder las dudas que teníamos y escuchar lo que nos pasaba. Justo estos días y los que vendrán te estaremos necesitando, desde donde estás seguro que vas a venir a socorrernos.
Dios te tenga en la palma de su mano Alberto, nosotros pediremos por eso.
JULIÁN ESPARZA