El domingo 22 de octubre del 2000, el Aero Club Chacabuco organizó un festival aéreo que dio con actividades programadas de aeromodelismo, acrobacia, exhibición de parapentes y de paracaidismo, además de los acostumbrados vuelos de bautismo.
Los organizadores cobraban un boleto de 10 pesos por persona para acceder al vuelo de bautismo, que consistía en un paseo aéreo de 15 minutos sobre la periferia de la ciudad de Chacabuco.
Debido a la importante cantidad de público asistente, las autoridades solicitaron al piloto del Piper Séneca, Jorge Raúl Milanesi (41), que se sumara a los vuelos de bautismo. A las 17.15 despegó nuevamente en un segundo vuelo desde la pista 18 llevando corno pasajeras a Andrea Alejandra Avellaneda (20), Patricia Beifiori (29), Ornella Stéfano (3), Daíana Stéfano (12) y Angela Mozzino (84). Diez minutos (después despegó el Piper Archer, piloteado por Leandro Alberto Limia (23) llevando como pasajeras a Nancy Beatriz Belfiori (36), Loreta Avellaneda (5), Viviana Belfiori (28) y Santiago Soldevia (5). Minutos más tarde los aviones colisionan.
El accidente se produjo en momentos en que ambas naves se hallaban en pleno vuelo, probablemente cuando el bimotor piloteado por Milanesi realizaba la maniobra de giro con dirección este, para regresar al punto de partida, mientras la avioneta de menor porte, piloteada por Limia, volaba en línea recta hacia el oeste con el sol de frente.
Como consecuencia del posible encandilamiento, a unos 400 metros de altura, se produjo el impacto. Las palas de la hélice del motor derecho del Séneca dieron contra la aeronave Archer, cortándola en la parte de la cabina, sector de asientos de los puestos de piloto y copiloto. El motor del Archer se desprendió y cayó, como también la hélice del motor derecho del Séneca. El Archer se precipitó en proximidades de las instalaciones de la empresa Ingeser SA y el Séneca recorrió unos 600 metros para caer en el patio de una casa, sobre la calle 829, entre Elguea Román y Alem.
El dolor de un pueblo
La población quedó conmovida. Las muestras de dolor se verificaron en uno de los acompañamientos al duelo más tristes que la historia de Chacabuco recuerde. Los restos de los infortunados vecinos fueron velados en el patio cerrado de la Municipalidad, lugar por donde el desfile de vecinos acompañando a los familiares fue incesante. El Intendente decretaba duelo y asueto municipal, lo mismo hacía el Concejo Deliberante y la Cámara de Comercio, y el lunes 23, el cierre de los comercios fue total, no hubo clases y toda una ciudad acongojada acompañó el cortejo.